domingo, 16 de junio de 2013

Crónica Ironman Lanzarote: Bike

Cogemos la bici y los primeros kilómetros no para de llover y de soplar el viento con fuerza. Me conocía la sensación de tener que agarrar bien el manillar para que el viento no te tire, mientras en la cara la lluvia te golpea lateralmente.


Era curioso ver los hombros, brazos y piernas de los atletas llenos de crema mientras nos caía la lluvia.


Los primeros kilómetros transcurren por la parte sur de la isla, llegamos a Yaiza y finalmente a la zona conocida como el golfo.
El viento era bastante continuo pero en algunos tramos se plantaba de frente, y entonces es cuando de verdad tenias que apretar las piernas. Una vez pasado el Golfo, me doy cuenta de que algo no va bien: una de las veces que me pongo de pie sobre la bici y me vuelvo a sentar, noto que la rueda trasera va un poco floja. Decido seguir adelante, no pasa nada, ya habrá tiempo de parar si es un pinchazo.

Así es como lo vi yo (si ampliais la foto, la rueda trasera se ve bastante perjudicada:D)


Así es como fue (gracias señor Lofer!):

Pero así fue, era un pinchazo. Sobre el kilómetro 30 la situación era insostenible, así que tocó parar y ver qué pasaba. Decido inflarla pero no consigo dar la presión suficiente. Después de un rato consigo estabilizarla y para adelante, ya habrá tiempo de pararse a arreglarla.

La lluvia comienza a parar cuando nos vamos acercando al Parque Nacional de Timanfaya. Es un tramos de unos 8 kilometros donde la pendiente no sube del 7% pero sin descansos, una recta hacia arriba en la que se pierde la mirada. El viento es de cara e ir acoplado es una necesidad a pesar de estar subiendo.
Primer momento místico en la bicicleta del Ironman. Verte ahí en esos campos negros de lava sin nada de vegetación y montañas rojas a los lados... Una de esas imágenes que estarán grabadas en la memoria para siempre.


Una vez coronado este inusual puerto, toca bajar con cuidado (el viento sigue siendo de frente). Llegamos a Tinajo y más adelante el pueblo de La Santa. Una pasada ver la gente de la isla volcada con la carrera, cada rotonda llena de gente, cada cruce. Los pueblos se han engalanado de fiesta.

La media no es muy alta, 25 km/h pero quiero ser precavido, nunca me he enfrentado a algo así, no se como puede responder el cuerpo.
Llegamos a la playa de Famara, y aquí el aire es brutal, las olas de la playa de los surfistas lo atestiguan. Desde lo alto el Mirador de Haría nos mira burlón.


Un tramo de unos 15km con viento favorable da un respiro. No paro de mirar la rueda, parece que se mantiene estable aunque la presión no es la mejor. Más de una vez pienso en parar y cambiarla pero me veo bastante enchufado, no quiero parar.

A lo lejos el pueblo de Teguise, antigua capital de Lanzarote, se acerca. La magia, la épica van a comenzar de un momento a otro. El pueblo ya nos recibe con una rampa de un kilometro no demasiado dura, pero el viento hace que parezca la peor de las rampas de Haza-Llanas.


La llegada a Teguise es espectacular. Todo el pueblo animando, niños dando botes, otros cogiendo un bote que le ha dado uno de sus héroes. Pancartas por todos lados, la gente te hace volar aquí. Recuerdo un grupo que me gritó: Qué fuerte vas!
A la salida de Teguise un tramo rapidillo y comienza el puerto del Mirador de Haría. Superamos la primera rampa dura y me permito una broma con mis compañeros competidores: "tanto entrenar para esta mariconada". :D
Llegamos a los famosos molinos de viento y esto es otra historia... Y es que por mucho que hayas leido, cuando en mitad de un Ironman tienes una rampa tan dura, con el viento de cara y con unos gigantes aerogeneradores a escasos 50 metros, en ese momento te sientes vivo de verdad.


Me permito otra broma con mi improvisado amigo: "esta gente no es muy lista, poner sólo molinos aquí, yo llenaba la isla..."
El puerto se hace de rogar con un falso llano en la parte alta, llegamos a la máxima altura de la isla. Llegamos al punto de avituallamiento especial y decido pararme: se que la bajada es peligrosa y no podré vaciar la bolsa que había preparado bien.
En todo momento había seguido el plan de comidas, el mismo plan que me decía que cuando llegaramos a la bolsa especial algo suculento me esperaba: cafe con leche y pastel. O lo que es lo mismo, gel de chocolate con cafeina y pastel de legumbres y bacon. Me supo a gloria.
Esto fue otro detalle divertido: cada vez que cogía mi papel con la comida pensaba: a ver qué tenemos en el menú ahora?!
Ese pequeño papelito plastificado me resultó super útil para orientarme en el recorrido, para no improvisar en la comida y para hacerme más llevaderas las horas.

La bajada del Mirador de Haría es peligrosa, pero la gente baja a tumba abierta. Yo quiero ser más cauto.

Llegada al pueblo de Haría: otro espectáculo, el pueblo volcado, un pueblo precioso, enmarcado en un auténtico valle tropical. Otra imagen que no olvidaré, un niño pequeño con su bote de power bar que algún triatleta le había dado, seguro que no lo soltó en días.

Comienza el famoso Mirador del Río. Creo que no soy capaz de describir lo que se siente cuando pasas por aquí en competición. El puerto es bastante duro y explosivo con rampas del 16%, el viento azota con fuerza. Pero creo que no he subido mejor un puerto en mi vida: esa carretera que sube por el acantilado mientras detrás tienes una vista increible de la isla, la gente a los lados de la carretera animando, delante apareciendo la silueta de la isla Graciosa. Cada metro me hacía ir más rápido.


Fue una sensación que tuve durante toda la bici, pero en esta subida fue aún más fuerte: tristeza porque el sueño se estaba acabando, porque aquello para lo que había entrenado durante meses estaba pasando.
Miras a la izquierda y ahí está el Río con sus aguas color turquesa y la isla Graciosa al otro lado...


Mis compañeros de aventura resoplaban, agachaban la cabeza para evitar el viento. Yo volaba con mi bici, gritaba de alegría, animaba a los que iba adelantando: Vamooossss!!!!


El puerto termina con un gran punto de avituallamiento y a partir de aquí venía en teoría lo fácil.
Y así fue: 60 km con el viento a favor y prácticamente bajando o llaneando.
Dejamos de ser escaladores y volvemos a ser triatletas con nuestro manillar aerodinámico y nuestro postureo. La velocidad media se incrementa rápidamente.
La penúltima anécdota de la jornada:) Primer tramo de la bajada del Mirador del Río, miro el manillar, está girándose hacia la izquierda, cada vez más. Toco uno de los tornillos de la potencia y está suelto!! Pa'bernos matao. Me bajo de la bici y a apretar.

Seguimos bajando.

Sólo recuerdo un tramo duro de unos 20 kilómetros por la zona del Monumento al Campesino. Carretera bacheada, viento lateral y subida controlada.

Los kilómetros pasan y ya uno piensa más en lo que está por venir más que en lo que estás haciendo en ese momento. Llevo unas 6 horas de bici y la zona de Puerto del Carmen se acerca. Concentración, hidratación, comida, estirar bien las piernas, no cebarse con el desarrollo sino mantenerlo fácil y desahogado. Recuerdo que en una pequeña subida me adelantó un torpedo emplatado arrastrando desarrollo, con su cadena cruzada, cuando quedaban unos 20 kilómetros... El señor Jesús Ortigosa me apareció como en una nube: Malo, malo...
El sector de bicicleta lo resumiría como: precavido. Las pulsaciones no pasaron de 145 bpm todo el rato, jamás me cebé, sólo quería guardar y guardar. Me considero ante todo ciclista y sé que podría haber apretado bastante más, pero este era mi primer Ironman y no quería que el tio Paguillas me visitara. Sólo quería disfrutar cada minuto.

Y así es como después de una bajada bastante divertida, con los aguijones de lava haciendo de quitamiedos, llegamos a Puerto del Carmen.
Una recta de 2km donde la gente anima enfervorizada, a la derecha los triatletas ya están corriendo la maratón.
Son las 3 de la tarde, llevo unas 6 horas y 45 minutos con la bici, una media de 27 km/h. Unas 8 de competición.
Salto de la bicicleta en la línea que marcan los jueces, gesto que he hecho muchas veces en mi vida. Toca correr, como he corrido muchas veces después de montar en bici.

Pero esta vez será especial...
                                            hay que correr una maratón.